¿Todos Nos Merecemos Lo Mejor?

Es muy común el toparnos cada dos por tres con frases como: porque tú lo vales; mereces ser feliz; todos merecemos lo mejor, mereces que todo lo bueno entre en tu vida….

Todo el mundo indiscutiblemente tenemos un valor por el mero hecho de ser humanos, pero… ¿Seguro que todos nos merecemos todo lo bueno que la vida es capaz de ofrecer? ¿Y si en realidad, no todos lo merecemos?

Creo que el juego de la vida consiste en precisamente lo contrario: no siempre nos merecemos lo mejor, y es por ello que de esas experiencias no gratas, aprendemos.

Quizá, en momentos de sufrimiento sea más sano, realista y enriquecedor decirnos a nosotros mismos:
– Me duele, pero puede que mereciera esto que me ha ocurrido. Por ello, elijo tener la valentía de reconocer qué es aquello que debo mejorar en mí, de perdonarme, y de seguir adelante con firmeza y determinación.

Puede que lo mereciera por haber cometido un error en relación a otra persona, por haberla dañado o, simplemente, por haber metido la pata hasta el fondo.

Pero también puede que nuestro error se encuentre en el modo en que nos hemos relacionado con nosotros mismos:

-¿Me he cuidado lo suficiente? ¿Quizá me he olvidado de mí? ¿He dejado mi felicidad y bienestar en manos ajenas? ¿Qué parte de responsabilidad se me puede atribuir en cuanto a esto que me ha ocurrido? Por eso mi pregunta inicial ¿Todos Merecemos Lo Mejor?

El problema no siempre está en cómo nos relacionamos con los demás, sino en cómo nos relacionamos con nosotros mismos.

Y oye, a veces la cagamos sin más, y es entonces cuando la humildad y aprendizaje que adquirimos al reconocer nuestro error, pedir perdón y perdonarnos a nosotros mismos, es infinita.

Puede que la otra persona nunca llegue a perdonarnos, pero ese no es nuestro asunto. No es nuestra responsabilidad.
Ella está en su derecho de no hacerlo y debemos aprender a estar en paz con ello. Aunque cueste.

Nos encantaría que todo el mundo respondiera como queremos al acto de humildad y fortaleza de pedir perdón, pero no siempre es así.

La otra persona tiene derecho a gestionar su dolor como considere, y esto no debe condicionar el que nos perdonemos a nosotros mismos o no. Debemos perdonarnos si queremos seguir adelante en paz y sin guardar rencor hacia nosotros mismos.

Tomar conciencia de nuestros errores hacia los demás y hacia nosotros y aprender de ellos, es una asignatura obligatoria en esta escuela que es la vida.

Y es por ello que considero que ni tú ni yo nos merecemos lo mejor, ni nos merecemos siempre ser felices, pues no somos perfectos y nuestra necesidad de aprender va unida a que ni nos ocurra siempre aquello que creamos mejor para nosotros, ni aquello que nos haga felices.

Nos merecemos que nos ocurra aquello que necesitamos para ser mejores con nostros mismos, con los demás y con el mundo.

¡Y de eso sí podemos afirmar que somos MERECEDORES EN MAYUSCULAS!

Y a propósito ¿Conoces mi historia? No ha sido fácil llegar hasta aquí, te dejo el enlace.