Ordena por Fuera y Ordenarás por Dentro

¿Cómo hacer para no enrollarme como una persiana hablando sobre un tema tan apasionante para mí, y así lograr que a alguno de vosotros le dé tiempo de leerlo hasta el final?

-Sara, empezamos mal, ¡¡Sintetiza!!-

Hace ya unos meses que me vengo
adentrando con bastante profundidad en conceptos como el minimalismo, la
productividad y la organización, y podría decir tantas cosas… Pero dosificaré
la información e iré a lo que hoy quiero transmitir.

El minimalismo como estilo de vida me parece fascinante. Para aquellos que no estén muy familiarizados con este concepto, se trata de un estilo de vida en el cual se mantiene una relación consciente con los objetos, conservando solamente aquello que te es útil y te aporta valor.

Cuando decides vivir una vida acorde a esta idea, tratas de deshacerte de todo aquello que no utilizas y que nada aporta a tu día a día. Pero hablándose generalmente de objetos materiales, esta filosofía persigue de igual manera la reducción de objetos mentales, así como emocionales. Diréis, ¿objetos mentales y emocionales? Sí, exacto.

Las cosas nos rodean a todas horas. Están destinadas a cumplir funciones irrelevantes y a satisfacer deseos ficticios que nada suman a nuestra vida más que avaricia, capricho y apego en la mayor parte de los casos.

Aunque muy difícil de aplicar en
una sociedad consumista y acumuladora como la nuestra, el mero hecho de
intentar vivir teniendo esta idea presente ya tiene un mérito importante.

Investigando sobre este mundo del minimalismo llegué hasta Lucía Terol, Organizadora Profesional y minimalista, que me abrió los ojos hacia la estrecha relación existente entre el minimalismo, el orden externo y el orden interno.

Habiéndome empapado de todos sus videos, de su libro Esencia minimalista y sus numerosos podcasts en los que tuve la oportunidad de conocer a personas realmente interesantes. Llegó a mi mail una excelente noticia: Lucía iba a abrir una formación de Organizadores Profesionales en la que además de recibir clases y sesiones magistrales, íbamos a poder formar parte de una comunidad de personas con esta misma (y tan “rara”) inquietud. ¡¡Wow!! Por supuesto me inscribí. Para mi sorpresa, uno de los libros que debíamos leer casi al comienzo del curso fue El Método Bullet Journal de Ryder Carroll. En mi cabeza aparecieron algunos interrogantes, pero sabiendo que la idea venía de Lucía no podía hacer otra cosa que confiar en su instinto.

Hace ya unos años que conozco esta técnica de organización que de algún modo sustituye a las agendas convencionales. Pero la Sara escéptica que hay dentro de mí siempre ha pensado que no se trataba más que de otra moda para distraer al personal, y fomentar la compra de más cuadernos, rotuladores y material de papelería del que antes podríamos prescindir perfectamente.

La idea la mantengo hoy, en parte, ya que hay mucho marketing detrás de este método de organización. Pero tras leer el libro de Ryder Carroll tuve que reconocer que se trataba de un método excelente para generar orden interno en nuestra vida.

Este método consiste en ordenar fuera para ordenar dentro. Precisamente se trata del campo de estudio y formación en el que me estoy adentrando. Tras haber estudiado un máster en Coaching Estructural, el cual supuso un cambio radical en mi vida. Entonces me di cuenta de que el método BuJo (así es como lo llama el autor) se trata de una herramienta para aplicar Coaching Estructural en tu vida diaria. Por supuesto, de un modo creativo, divertido y práctico para poder ordenar nuestro mundo interno. Primeramente ordenando nuestro muchas veces caótico. Ese mundo externo lleno de obligaciones, citas, tareas, compromisos y actividades pendientes que parecen no acabar nunca.

Su clave se encuentra en que se trata de un proceso de organización de tu tiempo teniendo en cuenta qué objetivos persigues en tu vida. Para organizarla (con sus años, sus meses, sus semanas, sus días y sus horas) en base a unas metas concretas que hace que dejes de ir a la deriva viviendo desde la inercia y automatismo, para caminar por la vida con mayor sentido.

Pueden ser objetivos, propósitos, intenciones, cometidos; pueden estar más o menos definidos. También ser más o menos flexibles. Pero, eso sí, han de determinar lugares a los que quieres llegar. Puntos concretos en tu mapa de vida que alineados con tus valores. No solo te hagan sentir mejor contigo misma, sino que determinen un desarrollo en tu persona que marque un antes y un después.

Algo muy importante a tener en cuenta es que la vida no son nuestros objetivos, sino el camino que recorremos para llegar a ellos. Por tanto, asegurémonos de elegir metas que nos permitan transitar senderos, bellos, buenos y provechosos, no sólo para nosotras mismas, sino para aquellos y aquello que nos rodea.

Ese sendero, compañer@, es la vida. Vívela con sentido y disfruta.