Mueres tú. Muero yo. Morimos todos.

Son las 08.30h de la mañana, y llevo despierta varias horas ya con un sentimiento de plenitud e ilusión increíbles relacionados con el poder dedicarme a acompañar tanto a personas en su etapa final de vida, como a todo aquel ser querido involucrado en esta compleja y a la vez simple tarea de morir.

Este fuego interno que define la voluntad, determinación y amor que siento, se ha intensificado a raíz de la lectura del libro “La rueda de la vida” de Elisabeth Kübler Ross, un libro autobiográfico en el que esta gran mujer explica cómo fue el transcurso de su vida y qué la llevó a acabar dedicando 30 años de su vida a acompañar a personas en su lecho de muerte.

Leyendo las historias que narra y sus experiencias con respecto a su trabajo con moribundos, te das cuenta de todos las muros construidos con creencias arcaicas que tuvo que derribar para poder hacer de su labor, un servicio al ser humano, en aquel momento inexistente.

En un mundo en el que la medicina occidental y más ortodoxa había tomado el monopolio en el abordaje de la enfermedad, parece que la atención a cualquier otra meta que no fuera “curar” la enfermedad era prácticamente nula. Conforme iba avanzando la ciencia médica en su técnica y capacidad de combatir enfermedades, más se alejaba de una realidad inmutable: todo el mundo muere.

Con el objetivo de negar la muerte y alejarla del cuidado médico y del orden social, se solía marginar a los moribundos, haciendo que vivieran desde la tristeza, el rechazo y el abandono la última etapa de su vida, que sí, era la última, pero aún era vida.

Con el paso de los años ha crecido el número de sanitarios y gobernantes que se preocupan de esta última fase aportando valiosos conocimientos y recursos para garantizar el bienestar de las personas en proceso de muerte. Pero, por desgracia, todavía no son suficientes ni los medios al alcance de la ciudadanía, ni las creencias que residen en cada uno de nosotros que impiden que la muerte tenga cabida en nuestras vidas.

NECESITAMOS VIVIR LA MUERTE: su concepto, su significado, su existencia y su realidad, para así poder llevar vidas más plenas y con mayor sentido para cada uno de nosotros.

Es por ello que inicio mi camino como acompañante en el último baile con tu ser querido para poder ayudaros a ambos a vivir este periodo de vuestra vida de manera enriquecedora y sanadora, desde el amor en su máxima expresión, la aceptación de la vida y nuestra naturaleza.

El cese del dolor físico será altamente importante para poder vivir esta etapa de manera consciente, ya que muchas veces este dolor puede inhabilitar a la persona en proceso de muerte a experimentar ese amor y aceptación que mencionaba anteriormente, y en el que se basará el camino que recorreré contigo, con vosotros.

Puedo convertirme en la mano derecha de vuestro médico de referencia en cuidados paliativos si consideráis que la atención prestada por los servicios que se os ofrecen desde la institución pública no es suficiente, lo cual suele ser una realidad. 

Los cuidados conscientes y de calidad en final de vida deben ser un derecho, no un privilegio, y seguiremos luchando para que algún día sea así.